Joaquín Díaz también es un
escritor en la vena del mejor humorismo castellano
ESTUDIO SOBRE LA
VIDA Y LA OBRA DE NUESTRO MENÉNDEZ PIDAL Y NUEVO MIGUEL DELIBES CASTELLANO
Primera parte
Debe de ser como consecuencia
de la plegaria que dirigimos mis hermanos de luz y de sangre acompañantes de
los pasos de la semana mayor cuando en el seminario invocando al Espíritu Santo
entonando en la Fuencisla el Veni Creator, he tenido un felicísimo otoño, sin
visitas a los tabernáculos pues émulo y pecador fui siguiendo los pasos de don
Francisco de Quevedo, sublime Cojo[1](¿mataste
a Erifos?... lo tengo derrotado… uy no te fíes) la persecución ha cejado, veremos
cuanto dura, que a muchos les dejo bocas, ineluctable e incontrovertible, con
mis argumentos, tanto literarios como políticos de la situación que atravesamos
en este pobre país que antes se llamaba España. El obispo sigue sin dar
respuesta a las proposiciones de este
diácono, pero Dios nos hace caso. La gracia divina no va por arriba, circula
por extraños conductos subterráneos. Por eso parece que su Rostro se oculta.
Está ahí y no lo vemos. Pues eso.
Camino del septentrión, [yo siempre fui buscando
la estrella polar, luz y guía, no me desampares, ni de noche ni de día, Santa María], a la
altura de San Cebrián de Mazotes en la A6 me desvié para ver la iglesia
mozárabe, reliquia del gran arte cristiano visigodo del siglo X, fundada por
monjes cordobeses, de la que se hacía lenguas mi profesor Azcarate en Historia
del Arte. Lo mozarabe se ha puesto de moda porque la morisma, de la que
vinieron huyendo aquellos benditos frailes visigodos con las reliquias de sus
mártires al hombro ha vuelto a la carga. ¿nos invaden o es que los dejamos? De
cualquier forma parezco escuchar el planto de don Rodrigo en la cava. El primer
violín ataca las notas en clave de sol de un guay de mi España. Aparentemente
la situación, mutatis mutandis, se parece un poco a la de aquellos reinados de
los últimos godos: Witiza y Wamba dados a la intriga y a la holganza, aquejados
de eso que denominaban morbo visigótico, lease envidia. Y ya se sabe: la mula
de Wamba que ni come ni bebe ni jode ni caga pero siempre anda. Bueno dejemos a
Jeremías en un ladillo con sus improperios y al pueblo en manos de sus
políticos con sus lamentos.
No tuvimos suerte en nuestro intento de ver
esta joya. Un veterano estaba a la puerta con su nieto en brazos, un niño muy
rico y sonriente que me recordaba a mi Diego, bajo el dintel de una puerta de
cuarterón, me informó que la iglesia sólo puede verse a la hora de misa.
-¿A qué hora es?
-Los domingos a las doce y eso
si el cura viene.
-Ah, pues tiene usted un niño
muy majo, abuelo. Que le veamos en la mili.
-Eso ya no se estila.
-Hombre, es un decir
-Pues de hoy en un año y usted
que lo vea.
Por aquí tierra de Mojados y de
La Espina la gente es dura y fuerte como sus casas de adobe que mira que
resisten pero amable e hidalga. Es esa reciedumbre que se manifiesta en la
parquedad de los gestos y del lenguaje. En otras zonas son más parlanchines
pero menos leales. La tristeza y el recelo se notan ahora con la crisis en
cualquier parte de España vayas donde vayas, aunque en san Cebrián no nos
ocurrió lo que a Joaquín y a su equipo en Puebla de Sanabria que quisieron
acantearlos tomándolos por periodistas.
Así que con las mismas por una
carretera de cárcavas entre encinares y algún que otro tractor que pasa –la
semencera viene buena con estas lluvias que han caído por san Frutos y hay
bandadas de tordos que emprenden vuelo hacia el sur- me cambio de valle,
subiendo la cuesta que va a dar al páramo de Torozos y dejando a la izquierda a
una verdadera catedral románica en el campo, santa María de la anunciada en el antemural
de la antigua villa de los arevacos que a Roma le costó dios y ayuda
conquistarla (Oronia también se asoma a un castro sobre la vaguada) ne acerco
hasta Urueña la villa del Libro. Adonde voy y vengo con frecuencia. Cargo las
pilas porque lugares así son el frumento espiritual de mi alma partida en
tantos cachos.
Me saludan los merlones de una
muralla bien conservada, el torreón de una iglesia adusta que carece de atrio
pero tiene antojana a imitación de los templos rurales asturianos. Pese a lo inclemente
de la mañana está desembarcando del autobús un grupo de turistas de la tercera
edad. Pasean por los corros[2],
se hacen fotos bajo el arco ojival de la muralla que a mi me recuerdo a
Micklegate o puerta de san Miguel en York, visitan el museo etnológico o el
centro paleográfico de Alcuino, aquel amanuense de Carlomagno, nacido en
Eboracum[3],
la patria inglesa de santa Helena, que enseñó a escribir a los monjes de medio
Europa en caligrafía rúnica, compran algo de vino y queso y se largan.
Libro y vino son buenos compañeros del hombre.
Un libro y un amigo quiero yo en mis lares: vino añejo que tomar, libro viejo
que leer, leña seca que quemar, amigo antiguo con el que conversar hacen la
plena felicidad del justo y, si es al amor de la lumbre y con un jarrillo de
clarete de Rueda a mano, mejor que mejor.
La lectura alarga la vida y el vino la alegra.
Converso con mi amigo Jesús el librero de lance que regenta la bookshop más
antigua, la de Aclaravan con veinte años tras el anaquel, y mucha experiencia entre sus barbas,
catalogando, tallando volúmenes, poniendo etiquetas y registrando plúteos donde
duerme la sabiduría del mundo.
Ya es pena que tan abnegado y sacrificado
oficio (estos libreros de lance son la mejor compañía del escritor que siempre
buscando su arrimo encontrando en ellos comprensión, tolerancia y un poco de
conversación, claro que no todos, porque también en este rebaño bala alguna que
otra oveja negra) no esté tan valorado y mucho menos pagado como debiera. Los
libreros portan la llama del fuego sagrado; son
como San Cristóbal que cargan con los sueños, con las pesadillas, los
pecados, injusticias y también virtudes del mundo, sobre sus recios lomos
porque sin libro volveremos al Neardenthal, al encefalograma plano que es lo
que parece que pretenden los demiurgos de la imagen. He aquí el cordero de
Dios. Ecce agnus dei qui tollis percata mundi… padre, perdónalos, quieren quemar
todos los libros como dicen que hicieron los nazis, quieren por lo visto borrar
la memoria, porque hay cláusulas que no les favorecen. Son un poco tramposos y
algo nazis estos askenazis ¿sabes?
Prohibido soñar. ¿Por qué? Felipe Roth el
flamante Asturias de las Letras – esos
premios principescos están algo devaluados, nadie habla de ellos en la prensa
internacional y son una especie de calderilla en forma de Nobel español sin
prestigio y que cuestan un ojo de la cara, demasiado bien pagados, un despilfarro
sobre el pescuezo del contribuyente, nos mean y dicen que llueve y se lo dan
siempre a los judíos- que ha tenido la descortesía de no estar en Oviedo, dice
que si pudiera que apostataría de la literatura. Menudo panorama. Pero él
cobra, publica, recibe laureles y honores y a los demás que nos zurzan.
Nos pone el tal Roth de vuelta
y media desde las páginas del NYT y aquí van y le galardonan con unos
milloncejos. ¿Cómo se come eso? El famoso rotativo neoyorquino no puede ver a
España ni en pintura. Nos advera de muertos de hambre porque andamos
revolviendo el cubo de basura y además secunda la independencia de Cataluña.
-Ceferino, ¿tú como lo ves?
-No digo nada que son unos
jodios impresentables.
-Chist, punto en boca ya lo
sabes. Del rey y de la inquisición chitón, que me chivo a don Gallardón.
-Eso sí que es morrocotudo.
Estaba algo triste afligidos por los fantasmas
que se lían a despotricar, a lanzar porvidas y juramentos dentro de mi cabeza
que parece un cajón de sastre pero guarda cierto rigor, a la vista de cuantos
despropósitos nos rodean e indignan como por ejemplo esa ministra del Paro, a
su cargo la cartera de Trabajo, una andaluza a la que llaman caracuadrá y un consejo de ministros
presididos por Rajoy que parece la orquesta del Titanic. Posan muy sonrientes y
repeinados delante de la cámara. Por delante risas pero por detrás debe de
haber un navajeo feroz ... menudas cuchilladas.
Eso sí; todos se pegan por
salir en la foto mientras Gallardón, el más peligroso, nos ha subido las tasas
judiciales, pleitos tengas y los ganes, que en esta república coronada te
empapelan por menos de nada. Y de paso el señor ministro de Gracia y Justicia
ha dictado un ukase que nos devuelve a los españoles a los tiempos de los
quemaderos y de los autos de fe, ahora son para combatir heterodoxias
democráticas pero qué más tiene, tanto monta, monta tanto. Son los mismos
galgos con otros collares. Los personajes de la inmortal obra de Delibes, el
Hereje, vuelven a caminar por nuestros caminos perseguidos por los corchetes de
la corrección política. Alto a la Dueña. Ahí va eso. Pintemoslo de verde. Es la
vesse, el pedo del diablo que ya
anunciara Villon.
Si abres la boca o escribes
algo, puedes acabar en la cárcel y en la ruina porque las minutas del rábula
las ha puesto por las nubes Gallardón, subiéndolas casi un setenta por ciento,
y a nuestras humildes posaderas de cara al paredón. Volvemos a ser carne de
horca y de presidio los españoles.
En medio de tales cavilaciones y malos
barruntos, la hospitalidad de Jesús el librero y su buen trato me sacan de mis
amarguras porque yo me lamento de la dureza de esta profesión en este tiempo.
Como los escritores intentamos robarles el fuego sagrado a los dioses, estos se
vengan de nosotros. No sé si seremos malquistos o dejados de la mano divina. Deus meus, Deus meus, ut quíd dereliquisti
mihi[4],
el grito que lanzó Nuestro Señor en el Calvario es el mismo que ahora nosotros
damos muchos escritores y libreros españoles. Aquí siempre se tuvo un gran
respeto a la letra muerta y al libro en reverencia pero han llegado los nuevos
bárbaros del norte con sus caballos bajo cuyos cascos no volverá a crecer la
hierba aplastándonos las cabezas.
Sin embargo quienes
emborronamos papel somos un elenco correoso y no nos rendimos fácilmente.
Cruzaremos el vado con una cuchillo entre los dientes como ha dicho el Rey
confiando en la ayuda del Todopoderoso.
Cervantes acabó de palanganero en una mancebía
de Valladolid, a Zorrilla lo tuvieron que enterrar de caridad, Tomás Salvador,
el mejor novelista de la generación de la Guerra, murió en la miseria, Quevedo sufrió un largo
cautiverio y sus deudos le robaron lo poco que tenía, según me entero por mi
comunicante.
Para consolarme me regala un librito de
Joaquin Diaz, EL ASFALTO Y EL BÁLAGO, que ha sido un verdadero hallazgo, una
epifanía estética.
Se trata de un opúsculo con una colección de
cuentos y de artículos, muy sucinto y que prende en el lector por su sutileza,
concisión y exactitud, eso que llaman los alemanes acribia, el punto exacto,
con referencias personales de recopilador de esa gran literatura oral que
produjo Castilla y sus andanzas por los Ancares, por Sanabria y Tierra de
Campos.
En sus paginas resplandece el gran escritor
que es y lo buen prosista castellano Joaquín. A imitación de los hombres
universales del renacimiento es capaz de tocar todos los instrumentos
musicales, compositor sinfónico (sus obras de una gran impronta religiosa hacen
pensar en Tomás Luis de Vitoria, el precentor o primer chantre de varias
catedrales españolas del XVI) filólogo y matemático. Cuenta chistes como nadie.
Es bondadoso y noble. No tiene envidia ni resentimiento ni la cólera que nos
domina a otros y nos vuelve peligrosos desde las teclas de un portátil.
En Urueña y en Castilla a nadie
oí murmurar sobre su persona, todos le
quieren bien. en esta obrita en la que narra alguna de sus experiencia
personales y su visión sobre la vida y las gentes y la época que nos ha tocado
vivir a los que rezábamos el confiteor y cantábamos el perdona a tu pueblo o el amante jesus mío y
hoy nos cuesta trabajo ir a misa los domingos porque la liturgia al
vulgarizarse ha perdido ese carácter mágico de
los misterios órficos y de vida del más allá que constituía su médula
espinal; ahora nos hicimos laicos y todo nos da igual.
Aquí se manifiesta de cuerpo entero pero su
bondad no le permite derramar acíbar. determinándose hacia parámetros
científicos pues es también sociólogo[5]
y no reparte caña como hago yo, que soy un par de años más viejo pero de la
misma generación del 68... Suaviter in modo... y con esa ponderación tan
vallisoletana introduce sin embargo la lanceta en las carnes doloridas de
nuestra comunidad pero sin buscar soluciones ni meterse a redentorista. Dando
una versión objetiva de la realidad.
La música de Joaquin Diaz nos
hizo gozar en la juventud y ahora su pluma en la madurez nos obliga a pensar
dentro de un marco de esperanza y de compasión hacia el género humano del que
se aparta para vivir en plenitud su yo y su realidad. Ni tan lejos que te
arrizas, ni tan cerca que te quemes, asegura el adagio, pero la verdad es que
uno hoy mejor en soledad, porque algunos humanos dieron en fieras. El ruido le
asusta como también las corbatas. Viaja casi siempre en autobús por no gustarle
demasiado conducir, según creo.
El libro que me regaló
Alcaraván y que leí en un par de horas al llegar a casa sin acusar el cansancio
del viaje es uno de esos textos fundamentales que le obligan a uno
reconciliarse con la vida y decir hay que ver lo bien que está escrito esto y
esta situación… pues no se me había ocurrido. Es galardón del genio contemplar
en las cosas lo que está oculto al común. Sus páginas son puro deleite
espiritual y me traen a los ojos el tamo de aquellas trojes, de aquellas eras
donde ya no trillaré nunca ya ni reverdecerán alguna vez más. Hay que mover el
bálago, chiquitos (beldar, segar, acarrear, remecer y remeter) y también menear
el tango[6].
Significa trabajar y es antónimo de echarse al
surco. Bálago de los yeros y bálago del trigo y del centeno que segábamos de
madrugada.
Y Joaquín, tan laborioso, menea el bálago,
ahincando el gario en profundidad dentro del montón, con destreza, trayendo a
colación palabras olvidadas que hoy duermen en los calepinos de nuestra mocedad
y no son más que una cendrada en el cenicero del olvido.
En algunas partes el tamo se
conocía con el nombre de cisco y era la atmósfera de los pueblos por
antonomasia. El bálago, sinónimo de paja y de granzas, era saludable, picaba un
poco cuando se metía entre las albarcas
o los fondillos pero tenía un olor muy agradable y natural emanado de las
barbecheras y rastrojos. Por el contrario el asfalto es nocivo . Dicen cancerígeno, según los médicos, por la brea y
el alquitrán, por el humo de los tubos de escape, por el ruido que levantan al
deslizarse sobre él el tráfico rodado (contaminación acústica)
Miguel Delibes fue el último vate de aquella
sociedad que dejó de existir en poco más de dos generaciones con la emigración
masiva del agro a la urbe. Algunos, antes de tomar el coche de línea. iban al
pajar y se metían un puñado de hierba en el bolso de la chaqueta como talismán.
Las espigas de aquella última cosecha que segamos antes de vender las tierras a
los agiotistas o la llave de la casa del pueblo que cerramos nos acompañarán de
por vida.
Él parte del mismo supuesto de
abandono del medio rústico y del fin de una civilización pero con diferencias
de matiz. Cada uno de los dos artistas tiene su propia personalidad. Don Miguel
fue de la generación de la guerra y Don Joaquín es de la del 68, la que tuvo
que pelear con los grises, la que
contestaría al Poder, e iba escucharle sus recitales, únicos e
irrepetibles, que daba en los campos de la Universitaria. Música Folk. Tan
española, cantares de siempre: carretera baixu va... el alcalde
Arriogrriaga... Abridme galanica... Gandesa ,y que sería arrasada, ay, con
la debacle del pop (los Rolling Stones, los Beatles, los Bee Gees, The Mamas en
the Papas que degeneraron a ese tiruliru cacofónico en que viven los hijos y
nietos de todo aquel desmadre) y nuestro mocerío- aquello fue toda involución
de viejos valores- se puso a cantar en inglés.
Joaquín Diaz hizo mutis por el
foro. No quería que le comparasen con Raphael. Prefirió dedicarse a la
investigación y gracias a esta labor musicologicael arte de la palabra estará
en deuda con él para siempre: la recuperación del romancero castellano, las
viejas tonadas sefarditas, coplas para la siega, cantos de la parida,
seguidillas para ir de ronda, y luego el elenco de motivos religiosos que es
inmenso. El hidalgo de Urueña nis enseñó a amar a España y a escucharla tal y
como sonaba en las tabernas, en las jotas y rondallas, en misa, en el
cementerio, en las bodas y convites, en la bodega, en la guerra y en el amor.
Otro aspecto que le diferencia
con el autor del CAMINO es la
impronta religiosa. La generación que hizo la guerra se manifestó un tanto
agnóstica con ese agnosticismo de los que estudiaron en tiempos de la
república. Por el contrario, nosotros los del 68 estudiamos desde el parvulario
al bachillerato con los curas y en ese ambiente que ha dado en llamarse
Nacional Catolicismo que hoy algunos detestan pero que tuvo cosas muy positivas
y que falta ahora. Joaquin Diaz fue seise o niño de coro en la catedral de
Valladolid, vivió en todo su esplendor los ritos semanasanteros en su Zamora
natal[7],
asistió a los entierros de antiguamente donde se cantaba aquellas pavorosas Tremendas[8],
vio las procesiones cuando los soldados de la escolta de los pasos desfilaban
al son de los tambores con el tubo del fusil boca abajo en señal de duelo, se
había muerto Cristo, y se aprendió el confiteor en latín que sabían
todos los mangos. Eso deja huella, marca carácter aunque hoy sea solo parte del
folclore.
De
los relatos que incluye EL ASFALTO Y EL BÁLAGO hay uno que impresionará al
lector cuando refiere la pesadilla que tuvo en Roma donde fue huésped del Padre
Federico Sopeña[9] pues nos hace pensar en Edgar
Alan Poe y en otros autores de literatura fantástica por su fuerza. Lo alojaron
en una habitación de cuyas paredes colgaba una reproducción del retrato del
papa Inocencio X el cual por la
pericia de Velázquez mira para el contemplador con una mirada tremenda, casi
asesina. Esta mirada le desasosegó y no pudo pegar ojo en toda la noche y hasta
sintió que alguien llamaba a la puerta. Abrió y no era nadie. Había recibido la
visita de un fantasma. La impronta de lo mágico vuelve a repetirse con su
visita al pozo Airón o Laguna Negra en Soria. También realiza el autor un verdadero
tour de force de conocimientos antropológicos o filológicos como en Buenas
pécoras al hilo del paso de un cordel de la mesta por Tordesillas.
“Nosotros- comenta-utilizamos
muchas palabras para no decir nada: en profundidad, en tiempo real, ecosistema,
cañadas, desertización. Sin embargo, los pastores que bajan y suben sus rebaños
aguas arriba del Duero hablan un idioma más preciso: varas, leguas, reteles,
manseros… “
Y allá caminaba el mastín con
su carlanca y el morueco destacando por la cornamenta de carnero padre y gran
alzada. Los rebaños de la mesta se desplazan al paso de una mujer
hilando-observa- y su vida trajinante tenía poco de bucólica y nada de las
ternezas con que los apoda la novela pastoril o las églogas de Garcilaso.
Cuando llegaban a un pueblo, las mujeres, rememorando el rapto de las sabinas,
huían temerosas o se ocultaban pues tal era el apetito sexual de los gañanes
desmadejado por meses enteros de continencia en la majada que no respetaba ni a
casadas ni solteras.
El sentido del humor castellano
que se parece poco al ferrete coruñés o a la zumba de los asturianos y para
nada al humor inglés se nos muestra en el Brazo de Matías…”con que en esto oigo
un chasquido detrás de mí y la mula que se me espanta… cago en tal”.
Matías el manco cuenta a los
niños cómo una muta lobuna y concretamente una loba con una boca como una cueva de grande y negra
le enganchó el brazo y se lo llevó, pero quia. Matias perdió su brazo de otra
forma menos heroica. Era un buhonero que cuando llegaba a una venta siempre
decía lo mismo: dos huevos fritos para mí y a la mula no le eches algarrobas
que viene cenada. Uno de los posaderos se dio cuenta de que Matías le robaba y
una vez que el ladrón estaba con las manos en la mesa o en la artesa mejor dicho soltó de repente la tapa del arcón
dejandole sin medio brazo.
Otro detalle que apunta: en la iglesia hasta el siglo XII
con la reforma cluniacense no había instrumentos- el único que se permitía era
el de la carraca de viernes santo día en que tampoco se podían tocar la
campana. La mejor guitarra, el mejor adufe era la voz humana, costumbre a la
cual siguen aferrándose los griegos sin detrimento de su esplendor litúrgico
que se atiene a estos orígenes milenarios. Y así nos lo cuenta Joaquín que de
esto sabe un rato pues ha resucitado la zampoña, el rabel, la vihuela, los
crótalos, el bombardino y los sabe tocar…. El rabel que ha de ser fino ha de
ser de verde pino, la vihuela de culebra y el collar de mula negra, canta
en una de sus composiciones.
Sin ser misogino ni misoneista,
es amante de la soledad sonora, aquella que cantara fray Luis de León en sus
estrofas a la música de Salinas y a la vida apartada. En un mundo de ruidos y
con el altavoz a toda mecha vivimos alienados. No desdeña los nuevos inventos que
han servido para incrementar la información y la comunicación a grados
increíbles pero no están siendo utilizados bajo el patrón de la fórmula
humanística sino en otros parámetros como el consumo, el mercado o los
intereses estratégicos de las grandes potencias. La deriva es la
indeterminación, la desorientación y en parte la angustia. Todo como en la
novela de Orwell y de Huxley. Ha nacido una nueva sociedad de individuos
dominados por los nuevos amos del Orwell que caminan por un mundo correcto con
la cara bien lavada, lo mismo que el cerebro y la camisa bien planchada,
embadurnados en una capa de almidón pero que son zumbis, que no pueden pensar
por su cuenta y han de hablar por boca de ganso. Este es el pensamiento
envuelto en un rico ropaje estético. Y eso es lo importante. Se conoce a un
escritor no por el qué dice. Y esa primor es lo que coloca a Joaquín Diaz entre
los grandes autores y pensadores españoles de hoy
[1]
Góngora se mofaba dél por su afición al vinazo
[2]
en Urueña las calles se llaman corros
[3]
este lugar se trae un aire con la urbe inglesa a la vera del río Ouse
[4]
señor mío y dios mío por qué me abandonaste, fue el grito que profirió el
Salvador en la cruz poco antes de expirar
[5]
se recomienda visitar el Museo de los pueblos de Urueña la Villa del libro
[6]
tango era el palo del juego del chito acostumbrado en tierra de Segovia
[7]
aunque nació en Zamora su familia procede de la montaña asturiana lindando con
León
[8]
dies irae dies illa, secuencia del oficio de difuntos
[9]
el padre Sopeña fue un cura que decía misa para los estudiantes en el Paraninfo
de Ciudad Universitaria, menester en el que precedió al jesuita y filosofo que,
colgados los hábitos, tras su casamiento con Cayetana, se convierte en el Duque
de Alba. Sopeña era maestro de capilla y tenía un programa en la SER. Estaba
entre lo moderno y lo tradicional, hablaba con voz rasposa de empedernido
fumador
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