CASTA DE HIDALGOS. RICARDO
LEÓN
Me
recuerda mi adolescencia. Comillas. Los bellos paisajes montañeses. Liébana y
Santillana del mar. El destino marca rutas y hay un misterioso pronóstico de tu
vivir en los lugares que visitas. Hay dos Asturias. La que termina en san
Vicente de Asturias y la de Oviedo que se extiende su dichosa topografía hasta
la ría del Eo. Aquellas marchas por el monte y los paseos por la solitaria y
desolada playa de Oyambre.
Ricardo
León es un estilista que supo encontrar en nuestra sangre la raíz de los godos
y narra este encuentro con el pasado castellano en un estilo trabajado y una
lexicografía añeja pero que trae a las mientes el sabor de los vocablos cuando
las palabras significaban el todo por el todo.
Casta
de Hidalgos es un libro que no fue
tallado con pluma sino esculpido a buril. Describe las casas blasonadas, los
amplios estragales y las balconadas. Santillana del Mar se reclina de espaldas
al mar en el manto de unas montañas que muestran sus crestas erguidas por las
que asoman los picos de Cantabria.
Villa
guerrera e hidalga. Las rosas florecen en el balcón galerías del mar… aquella
morena que está en la ventana con la mirada me dice que me da su corazón…
cantaban los mozos rondadores. Aquella morena pudiera ser una reina. Se llamaba
tal vez doña Labra o doña Violante, vaya usted a saber. Embrujos y miradas de la Arcadia. Hortus conclussus del
pensil hispano. León retrata a los hombres de negra ropilla y de garzotas cimbreándose
sobre el gorro montañés como plumas de gallo. Un poco más allá, el sol dora la
playa y las olas vienen y van dejando una cola de encaje blancos que recordarán
a aquellos caballeros los alquiceles morunos contra los que pelearon a la vera
del Guadalquivir.
Hay un gesto de fatiga en el rostro de los que vuelven de
pelear. Se quitan el almete, el peto y la armadura, dejan las grievas en el
portal y se calzan las abarcas campesinas o se visten de la cogolla y del tosco
sayal. Monjes y soldados. Todos tienen un algo de campurriana nobleza en el
mirar. Pueden soltar en cualquier instante una parrafada de poema épico… yo soy
Ruy Díaz el campeador de vivar, ferid los caballeros por amor y caridad. Un
borní vuela cetrero por la pomarada y su grito de guerra se mezcla con el
lamento poético de un ruiseñor asturiano. Subamos hasta la colegiata por el
camino empedrado. Por estos bordillos hizo ya su desfile la historia. Los
hombres son altos de cuerpos atléticos y como diseñados con tiralíneas. Las
mujeres hermosas y recatadas. Se cubren el rostro con el griñón moruno. Sólo
salen ce casa para ir a misa y su vida transcurre oculta y callada entre el
escriño, la rueca y la labor del hogar.
Santillana
es alto lugar de poesía y de silencios. Es la edad media hecha poema épico y
muda crónica de hazañas labradas en la piedra de sus casas blasonadas que
guardan las genealogías y las estirpes en sus arcas carcomidas: LOS Verdugo,
Tagles, Ceballos, Quirós, Barredos. Allí vivió Velarde el que la sierpe mató y
con la infanta casó. Hay lambrequines en las fachadas y escudos con roeles y
barras siniestras. Siempre que la visito busco el apartadero del Campo de
Revulgo entre los árboles y las fuentes sombreadas por alisedas. Allí en el
sosiego; me parece escuchar el rumor de gente que vive y que habla dentro de
las casonas cerradas pasto de las hierbas y acometidas por el comején de la
humedad que amenaza. Son los fantasmas de mi España
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