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martes, 12 de noviembre de 2019


Vendimos la casona

 

Llego a Oreanda entre fusco y lusco (el atardecer es hora bruja no hay luces del véspero llueve en la corredoria y llueven lágrimas en mi alma). Quitaron el cartel de “se vende”.

Fueron cinco años de mostrarla, vino mucha gente. Yo, duro ensalzar las calidades mágicas de esta mansión —mansión viene de mansio del verbo manere (permanecer) lugares donde posaban los soldados de las legiones de Augusto cuando iban de marcha —pues debió ser construida  con las bendiciones de un arúspice, y un flamine de Júpiter bendijo el pazo y la sebe.

El hórreo  cayó una noche de ventalle. La antojana y la portalada con sus correspondientes cuadras se conservan intactas a la entrada con un banco de piedra y una puerta de cuarterón. Desde el balcón  de solanera veíase la mar y, ya digo, un sacerdote de Júpiter, calibrando la bondad del aire la lenidad de las aguas, hizo la nuncupativa solemne y dedicó la casa a la diosa Diana que veneraron muchos siglos los de las aldeas del Manto en la cumbre del Montarés.

Pero, cuando nos cristianizaron, cambiamos de lealtad onírica y Diana cazadora cedió el puesto a santa Ana.

Mis explicaciones esotéricas cayeron en saco roto; todo en vano: el personal se desentiende puesto que el horno no esta para bollos ni el alcacer para zampoñas, tampoco el manto de Magdalena está para pitos. Aquí lo única que interesa es la pasta.

Mis explicaciones a los compradores en perspectiva les sonaban a música celeste; todos decían lo mismo “llamaremos”, no llamaron nunca, y si te he visto no me acuerdo.

Por fin quédasela un vecin por el precio irrisorio de 75.000 euros, un regalo para una finca de cien áreas y dos días de bueyes, estragal, portalada dos alturas, tillado de madera de castaño, una mesa de nogal donde cabían doce a las cenas de nochebuena doce apóstoles,— y por san Pedro los señores curas de Cudillero y los de las parroquias de la contornada—, el arca de caoba que trajo uno de diestros abuelos el general Batalón que estuvo en Filipinas con mando en plaza, algunas fotos y recuerdos de la guerra de Cuba soldaditos vestidos de rayadillo y sombrero jipijapa.

Hubo tambien postales de un teniente de artillería en la campaña de Rusia murió en la batalla del lago Ilmen y del cual era madrina de guerra una de nuestras tías. Yo le tenía dedicado un sitio especial a este caído en el frente ruso, cuando venía a Oreanda encendía una lamparilla en su memoria que lucía al pie de un icono con la imagen del Salvador frente a un espejo (z a r k a l o) según la usanza rusa.

Allí estaban las cartas del pariente al cual fusilaron en Barcelona por orden de Companys ese siniestro personaje de infausta memoria. Y otras muchas cosas.

Esta casa nuestra siempre  fue de derechas. El abuelo hubo de huir al monte cuando los rojos vinieron a buscarle querían pegarle un tiro por tener fincas y estuvo viviendo entre jabalís rebecos  a la sombra de las hayas de Faedo  todo un año. Volvió como salvaje y algo trastornado. Sólo pensaba en ir a mozas.

Esta casa fue para mi un oratorio y un reclinatorio, un hospital donde curé las heridas del alma, y fue el paraíso soñado de los veranos de mis hijos que acá pasaron su infancia. Gozaba de energía positiva.

Recuerdo aquellas noches de plenilunio en calma o las de niebla cuando rugían las sirenas de los barcos que pasaban la marola y por el invierno calendándonos al amor del llar con el suelo de terrazo y un tiro chinea perfecto.

Fue construido por los mejores alarifes asturianos a fines del XVII. El hórreo mostraba una inscripción; “Fizolo Lucas Fernández carpintero de ribera” y una fecha fatídica: 1789. fue el año en que guillotinaron a la monarquía francesa.

La casa ya digo gozaba de un aura inexplicable que destilaba energía positiva, y buena vibraciones, con alegría de vivir, un indicio de que había sido morada de gente noble y feliz. El ultimo de sus inquilinos que murió la víspera de Nochebuena  le dijo a la abuela:

—¿Hay pera con compota, Manolita?

Fueron sus ultimas palabras. Tuvo el abuelo Pepe una dulce agonía. Cuarenta años deshabitada la humedad la lluvia algunas goteras y el comején de la hiedra del ribazo  o las zarzas hicieron sus estragos aunque los muros de algo más de medio metro resisten. Ya no se construyen en piedra casas así.

Los compradores pues se llevaron un tesoro por cuantió perras y yo me huelgo de que haya sido alguno de la aldea que se quede aquí a vivir en esta manor que fue posada sita en la cuesta que condice al valle de Artedo. George Borrow, el escritor espia ingles que viajó por Asturias vendiendo biblias, tuvo que pasarlo en barca. Hoy no hay barquero ni barca; la ría de Artedo la cruza un puente cabe un molino. Las lajas de la antigua estrada romana están gastadas a causa del paso de legiones de peregrinos. Por lo demás, creo que está intacta. Salutem plurimam.

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