Por el estero
voy de la playa sorbiéndome mis pensamientos hoy casé a una hija los
terrenos están bañados por la marea ondas infinitas flujos y reflujos
arrepentimiento que no cesa aquel puñetazo.
Soy un
subalterno del odio y delas fichas numeradas, hombre sensible y poco practica
metido en el infierno de los libros prohibidos un jubilado del cuerpo de archiveros
y bibliotecarios que fue fundado en 1858 el mismo año que la Benemérita. En la
Biblioteca Nacional está enterrada nuestra riqueza, yo creía pero los hechos me
obligan a desdecirme de mis pensamientos. Nuestra cultura pisoteada por los
vencedores no vale para nada.
Me batí en la
esgrima de la erudición y del floreo, un deporte poco práctico que no deja
dividendos. Transijo y me aguanto mis humores en viendo mis lares profanados y
mi casa desolada.
Catálogos, repertorios,
rotaprints, multicopistas. Durante la barbarie roja los milicianos usaron
viejos códices e incunables como parapetos de defensa. La cultura no es más que
una trinchera. Por eso al cruzar el umbral y delante del imafronte clásico, al
dejar atrás la verja de hierro con los garitones en forma de lanzas siempre me
santiguo. Genio y figura de España. No soy más que un pobre bibliotecario. Grabados,
litografías codicilos. Aquí se plasma mi fe de vida inmersa en la tristeza y
sabiduría de los mesetones de las salas de lectura donde pasa un ángel cada
media hora como en la Piscina Probática
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