JUAN DE TIMONEDA LIBRERO VALENCIANO Y
LA ESCUELA DE EDITORES DE INCUNABLES DE SEGOVIA
De por qué nos gustan los libros los que
nacimos a la sombra de los arcos del acueducto existe una explicación biológica
el mundo judío y los impresores que acompañaron a varios viajeros alemanes que
llegaron a la corte de enrique IV junto a Juan Parix del que fue la gloria de
dar a la estampa los sinodales de Aguilafuente. Dicen que es el primer libro
impreso en España el año 1463 pero antes se produjo el primer incunable en el
reino de valencia en cualquier caso Segovia y valencia abrieron la racha de los
vuelos de la imaginación en alas del águila de Guttemberg cuyas garras
iniciaron los trabajos de hércules proteo voló hacia lo alto y se derrumbó
después entre las peñas porque la imprenta es la encarnadura del mito de
tántalo y el acto de escribir un hecho profético. Por los caminos que conducen
desde Aguilafuente a Turégano y Basardilla se vio el ir y venir de los libreros
ambulantes con sus chibaletes y las cajas que portaban los tipos móviles eran
los primeros colporteurs adalides de la cultura europea nacidos a los pechos de
la iglesia medieval. El libro era un lujo y la profesión de librero gananciosa.
La reina Isabel guardaba sus misales iluminados como un tesoro y poseer un tomo
de aquellos que se vendían por los primeros editores equivalía a sus buenos
talegos en el banco. La red de libreros valencianos se estableció en Bernardos
donde vivió y murió Matías Timoneda cerca de la corte de Juan II y de Enrique
IV monarcas castellanos que hicieron una gran labor por cultura y han sido tan
injustamente denostados. La corte estaba en el alcázar palacio de invierno en
verano se situaba extramuros en lo que se llamaba la dehesa del campillo en los
predios del monasterio de san antonio el real. Cuando yo era niño de coro y
ayudaba a los canónigos en la vieja liturgia me impresionaban aquellos enormes
cantorales de piel becerro con letras enormes del cuerpo 120 para que los
reverendos pudieran ver las letras del oficio divino y salmodiar sin levantarse
del sitial. Algunos de estos pergaminos eran de esta época. Bajo la enorme
arquería de la dama de las catedrales nació en mí la vocación de la palabra y
la pasión por la literatura soy de Segovia tierra de buen trigo excelentes caldos
y mejores tórculos. Sobre estas letras de molde del chibalete los poetas
honrando a las nueve musas estamparon sus sueños. No eres de donde naces sino
de donde paces. El sitio de nacimiento empero imprime carácter. Aun parece que
estoy escuchando la salmodia de aquellos frailes que cantaban a la Virgen sus
vísperas en latín en aquellas tardes de agosto. Los hermanos Timoneda desde los
naranjales levantinos trajeron a estas altas parameras el invento y no hemos
parado a la sazón de darle a la tecla. Escribir es un acto profético entras en
un nirvana trascendente te alzas arriba del bien y del mal eres admirado eres
maldecido mueres pobre y tus criterios que para algunos se transforman en
dicterios re pueden llevar a presidio porque cuantos practican ese menester con
frecuencia sufren el castigo del destierro e incomprensión de la patria y el
arte al cual sirven. En el pecado llevan la penitencia y pagan caro su fruición
de robarles el fuego a los dioses.
Si el teatro nació cabe los atrios de las
iglesias y la pintura moderna en cuanto representación de los misterios santos
y mártires de la fe evangélica actuando la SRI como gran mecenas el arte de
novelar encuentra sus manantiales en la narración oral de las fábulas que
proceden de oriente. A Timoneda que cultivó este tipo de novela bizantino que
los sajones denominan ficción y que para los españoles es el género supositicio
lo llama Menéndez y Pelayo tío y ayo de Cervantes. Este librero bibliopola o
bibliognosta que escribe en castellano y en valenciá y escuchó contar las
fabulosas “novelas” o “rondielles” que luego va a estampar en los muchos
títulos de su prolija obra en las sacristías de boca de los frailes y chantres
a la hora del coro nos depara la novela bizantina y las embaúla en su libro más
famoso que publicó bajo el humilde título del “Patrañero” una gavilla de
historias fabulosas que se traman en Armenia en Chipre o en Alejandría y narran
los amores de reyes y reinas pastores cabañeros yo a los palacios subí y a las
chozas bajé. El hilo de lo narrado es tan sutil que el lector más avisado ni lo
percibe y le ocurre lo mismo que con algunos thrillers americanos que se nos
caen de las manos al discurrir por sus complicados laberintos de la gestión los
vasallajes los malentendidos y los innuendos y confusiones permutaciones
disfraces expósitos niños muertos estupros frailes pedigüeños y señores
marqueses y todo ese desarreglo de pasiones e intereses que constituyen los
huevos revueltos de la condición humana mirtos floridos nuestra bajeza nunca
recabará el ideal al cual propende. Termina la edad media no hay naciones sino
estados y los reinos de la cristiandad forman asociaciones comerciales o ligas
militares contra el sarraceno. Como en los cuentos de Cantorbery o Bocaccio se
repiten las anécdotas burlescas que contaban los peregrinos de vivo voz sobre
el amante que quedó sumido en una privada o el pacto de los novicios que se
comprometen en regresar al mundo de los vivos para contarle al amigo los
avatares que experimentan después de la muerte o tratan de los “enojos que
suelen acontecer entre marido y mujer por celos”. Arsenio por ser amante de
Sabelina fue de adulterio culpada y librole un nigromante. El siglo XVI es la
centuria del amor y en Europa la edad media expira en medio de un ambiente a la
vez tremendista y galante. Muchos buscan en el aventino romano la piedra de la
verdad sin encontrarla que yacía en el lecho de la fuente del oráculo. Todos
querían saber y preguntaban a la esfinge. Somos hojas caedizas y no podemos
turar aquí nada es duradero ni en riqueza ni en amores por eso se consultan a
los astros. Hete aquí el punto original del nacimiento de la novela. Está en la
naturaleza humana el fabular. Necesitamos ser engañados de nuestra condición
para luego desengañarnos. El arte sirve de puente entre esas dos vertientes o
incógnitas. Son crónicas del tinelo historietas entretenimiento fábulas que
calman un poco los rigores de la existencia. Rebotica moral y toda esa laureola
de fulgor estético que corona la testa de Europa la bolsa y el esquero. En la
patraña quinta se cuenta la historia del papa Gregorio VII: un niño en la mar
fue hallado y un abad lo doctrinó y
Gregorio fue llamado al que dios papa lo coronó. La fábula del niño
perdido y hallado en una cajuela es un remedo del naufragio de Moisés en el
Nilo, ribaldo y borde niño nacido fuera del matrimonio o bastardo. Aparecen
maridos burlados reyes de Dinamarca esposas que no son un dechado de fidelidad
matrimonia príncipes consortes y aguadores cornudos. Hay bulla y encuentros a
la espada llega el porquerón y se lleva a los espadachines a la trena. No ha
sido muy estudiada la influencia que ejerce Juan de Timoneda el librero
valenciano sobre Cervantes empedernido lector que acostumbra a leer incluso los
papeles viejos que encuentra en el trapero sobre todo en las novelas
ejemplares. Por ejemplo en la ilustre fregona aquel aguador asturiano que
tratando de ayudar a un tirafuera de los que iban con los cantaros en sus
artolas por las calles de Toledo daca la cola asturiano y asturiano daca la cola
pues se queda con el apéndice del burro en la mano hay un eco del burro
desrabado en el Patrañuelo. En el siguiente capitulo la historia novena de
Severino al que cautivaron los turcos y acaba casándose con Rosina anticipa
tanto en la temática como el estilo los “Baños de Argel” cervantinos.
En el precursor del Ingenioso Hidalgo se
refleja el fin de la era medieval con su entusiasmo católico la exaltación de
la utopía y las barbaridades de una sociedad mutante a punto de estallar la
crisis religiosa que la conmovería en sus cimientos. Los ladrones eran
desorejados, las doncellas recibían las estrenas de sus padrinos por la
epifanía y a los adúlteros y burladores le esperaba el “jubón de azotes” o
tunda de rebencazos a manos del verdugo. La simonía eclesiástica a la orden del día un rey o cualquier
príncipe podían proclamar o destituir abades y a abadesas a su antojo. Un
lector moderno sigue el hilo de la narración con cierta dificultad porque se
abordan situaciones actualmente inconcebibles pero admira la jugosidad
estilística y el sabroso léxico empedrado de viejos refranes como debajo de
pobre capa yace buen bebedor y las chicas piedras mueven grandes carretas. Pasa
igual con los libros olvidados y aquellos autores en que se condensa la pequeña
literatura. Juan de Timoneda es el padre literario de Miguel de Cervantes del
que hereda virtudes y defectos.
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