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jueves, 20 de septiembre de 2012

NUEVA APROXIMACIÓN AL LAZARILLO DE TORMES. UN CANTO A ESPAÑA

LIBROS DE ALTO CONTENIDO ESTÉTICO, FILOSÓFICO Y MORAL. LIBROS DESCATALOGADOS E INENCONTRABLES PERO QUE AYUDAN A RECABAR Y A RECAPACITAR SOBRE UNA VISIÓN DEL MUNDO ACTUAL. ESPAÑA ES LA PRIMERA POTENCIA MUNDIAL EN EDICIÓN QUE RESPONDE AL TEMPLE LIBERTARIO DEL ESPAÑOL PUES DECÍA GRACIÁN "español soy hasta la gola que siempre la libertad fue española". Los españoles tenemos más libertad de conciencia que los enciclopédicos galos o los anglosajones dominados por el pensamiento único. LOS LIBROS OS HARÁN LIBRES




El lazarillo de Tormes ¿Salamanca o Alcalá?

 

“La caridad subió al cielo y quedamos a medias noches… ay, Lazarillo, que el gran secreto para vivir mucho es comer poco… si esas tenemos, mi amo, yo seré inmortal” son frases que suenan en mi memoria y el eco de la voz gangosa de aquel canónigo don Tirso que nos daba preceptiva literaria y no se oía una mosca cuando él con no poca facecia y mucha vivacidad nos leía pasajes de esta obra inmortal al final de la clase de Preceptiva Literaria, poco antes de bajar al refectorio a yantar (¡qué hambres, Dios, cuanto dolor de tripas!) resuenan rotundos y compasivos entre la crudeza del espíritu nacional y ese carácter gnómico y senequista que caracteriza a los españoles.

Que todos somos hijos del Lazarillo. Un poco santos y un poco bellacos. Galloferos y tan inocentes más que un cubo. Piadosos y descreídos, a medias entre don Pedro el Cruel doña Juana la Loca y don Enrique el de las Mercedes, tacaños y de una irritante generosidad y un poco parecidos por lo estirados y solemnes domines, imitando a ese hidalgo de Toledo (el tercer amo) que para disimular que comió se echa unas cuantas migajas de pan sobre la gola; pero también follones y truculentos, crueles y misericordiosos a un tiempo, matasietes y valentones entre nosotros y cobardicas con el extranjero, pero un pueblo vital, casta de hidalgos y de truhanes todo al de por junto. Escépticos y a las veces demasiado crédulos.

Por eso nos engañan los extranjeros y acabamos luchando contra los molinos de viento. No tenemos cura. La obra escrita el año 1525 cuando entre el emperador Carlos V en Toledo retrata el carácter y la vida en Castilla la Nueva tierra de conversos. Ya lo advierte cuando al cabo de la calabazada contra el toro de piedra a la entrada del puente del Tormes y el escudero cree escuchar adentro en la barriga del buey el sonido de las olas y atienta los cuernos que le han de acompañar toda la existencia. Son su sino pero para curar las heridas de aquel cabezazo el maldito ciego con sopilla utiliza el vino como ungüento. Otro vaticinio. A veces un vaso de buen clarete sirve de bálsamo a las puñaladas que da la existencia y van dejando un poso en el alma. Por ejemplo, en El Estebanillo que es hermano gemelo del anónimo Lazarillo aprendemos que de una borrachera estuvo 40 horas de ayuno, dos días pues de resaca sin bajar al refectorio.

 El mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo. “Hijo, Lázaro- dijo el ciego- sé que no te he de ver más”. Así fue. Ahí te quedas. El guía del pordiosero se vengó por lo del cabezo y el golpe del jarro que le rompió tres dientes. Lo abandonó en el paso de un río a merced de la corriente.

Hijo de padre soldado y madre puta a lo que se ve el inmortal protagonista fue uno de los muchos huérfanos que dejaron las guerras de religión en Europa. Se adiestró con el ciego, aprendiendo las mañas de la calle, el arte de la supervivencia y la maldad. Iban pidiendo por los descampados, sentándose a la puerta de loas iglesias donde su amo que se sabía más de cien plegarias, recitaba la oración del Justo Juez a la puerta de las catedrales, siendo recompensado por los alardes de su voz gangosa y ojos moribundos. Y mucho te quiero poquito, pero de pan poquito. Reciten vuesas mercedes la confesión general que yo las encomiendo a las Ánimas

 De este libro el héroe es el hambre. Sabemos que en Toledo vivía gente la más rica de Castilla pero era poco limosnera. El mendigo y su acompañante se hartaron de uvas en Morox (Almorox). Vid, vida. Se sentaron al borde de un camino en este pueblo de nombre moro y se dieron un atracón de pintonas valencianas y hasta agraces haciéndole un corte de manga al Profeta que prohibió a los devotos del Corán que se abstuvieran del fruto de la vid.

El Lazarillo de Tormes no es una crítica feroz contra la Iglesia sino un canto a la libertad, a la alegría de vivir vagando por las suertes de Castilla aceptando con resignación los sinsabores y amarguras que deparan los viajes a ninguna parte. Por mis maldades me vinieron no pocas persecuciones, reconoce el mozo. Busca consuelo por las tabernas y las cicatriceras o cantineras que venían jubiladas de los tercios viejos. Estas santas mujeres curaban a los esforzados mílites de los males del alma y las necesidades del cuerpo. Por otro nombre se las conocía como soldaderas. Estas bravas hembras de la raza iban al frente y compartían las miserias, los sufrimientos, los piojos de la inmortal infantería española, siendo mujeres de todo, mitad esposas mitad hermanas. El lector irá al encuentro de los barracheles fementidos, enemigos de aquellos pobres licenciados de los Tercios Viejos. El barrachel era el corchete mayor en las villas castellanas, el jefe de los alguacilillos... narra los naufragios y surge aquel portugués que en medio de una tormenta cuando la galerna rugía y la nave daba bandazos, llevando consigo un saco de nueces. Se las comió una a una y dijo:

-Morra Marta e Morra farta.

Este pasaje es lugar común en las novelas picarescas. Mateo alemán, El Estebanillo y Marcos de Obregón lo menciona. La novela picaresca es una novela de aventuras al revés. Libro de infortunios inspirados en las penurias que los galeotos y otros condenados han de padecer. Tormes en las mismas circunstancias de navegación en borrasca da cuenta de una pipa de moscatel que llevaba el barco en la bodega. La resaca le duró dos días. Muera Marta y muera harta. Si hay que ir al trasmundo vayamos alegres y contentos con el vigor que infunde en el cuerpo la malvasía de un tonel. Náufragos, romeros a Compostela. La peregrinación era una forma de picaresca. Muchos de ellos acabarían con la pihuela a los pies con la tralla del rebenque ululando sobre sus cabezas, la voz de los cómitres y los porvidas del arráez. Cía. Cia. Bogar y bogar. Eso es la vida. Esta novela es un retrato de la vida misma contada por un forzado, en fraternizad con los atunes. “El agua es lo que menos me gustaba”. Ya sé que abomina del diluvio y prefiere lo que nos legó Noé. Y no faltan las buenas consejas:

-Vana es la industria de los hombres. Su valer, ignorancia, su poder flaqueza, cuando Dios no le enseña y guía.

-Sois como la encina que no dais bellotas sino a palos- decía un cómitre

-Celos es enfermedad de locos. Pues esto de los hijos es cosa de aprensión. Muchos aman a los que piensan ser suyos sin ser dellos más que de nombre. Cornudos, sed pacientes

Toda una filosofía de vida. En realidad el pícaro es un místico que se desprende de las cosas del mundo, del poder, de la gloria, del sexo, el oro. Circula por los caminos que conducen a la imperial Toledo con esa filosofía, producto del dexamiento. Nada merece la pena. Nada es importante. Le salen encuentros bellacos y mondongueras (las gordas de la ciudad imperial) las mulas del diablo que son las coimas de los arciprestes y arzobispos andando por casas llanas y tabernas. “A todos contaba mis cuitas”. Unos se dolían. Otros se burlaban de mío”. Conoció cofradías de verriondas o las putas del camino. Monjas del amor en la casa del poco trigo el alfolí estaba cerrado a prueba de ratones y de ladrones. Por ahí cabalga Juan Pito. Todos se ríen de él. Quiso hacer el Tajo navegable. Debía de ser Juanelo. Otro motolita. En cada lugar hay un tonto de oficio. Riámonos de él a destajo. El mozo se arrimaba a los eclesiásticos por ser gente, casera, secreta y rica. Sirve a un ermitaño que era padre y cuando le preguntaba pues cómo, él respondía que es voluntad de Dios que el hombre no esté solo. Otra invectiva contra el celibato. Según las últimas noticias, han encontrado un documento en que dice que Cristo estuvo casado con una de las santas mujeres. ¿Será un rollo como el de los manuscritos del mar muerto todo un ataque a la línea de flotación de la barca de Pedro o una verdad? De verdad tiene sus visos porque en el mundo judío en el que vivió Jesús sólo quedaban fuera del matrimonio los impotentes y los tarados pues era aquella una cultura patriarcal. A ver si va llevar razón el Lazarillo en su soflama feroz contra la hipocresía y perversidad de ciertos ensotanados.

“Las hice mas monerías que gata triguera a un alcalde y más promesas que el que navega en borrasca”. Por doquier, estudiantes y frailes cucarros prófugos de su Regla, pero sobre todo soldados y se lamentan de sus caudales vacíos:

-Oh dineros que no sin razón la mayor parte de los hombres, no sin razón, te tienen por dios. Tú eres la causa de todos los bienes y el que acarrea todos los males.

Esta exclamación es un remedo que en su Libro del Buen Amor, acaso el primer gran ejemplar de la literatura picaresca, que dijo de la Ciudad Eterna: “yo vi allá en Roma do es la Sanctitá que todos al dinero facían homildat  

 No hace una sátira a la Iglesia pero sí a los clérigos. El peor amo que le tocó en suerte fue el capellán  de Maqueda con el que toparon mis pecados. No sólo le mataba de hambre pero al enterarse que le robaba el pan del arca y los bodigos de las mandas le pegó una paliza que a punto estuvo de matarle. Inmortal y ocurrente es el episodio de la llave que guardaba Lazarillo entre los dientes. Una noche empezó a pita en sueños y el cura se levantó con una estaca. Vive Dios que creía que era una serpiente la que silbaba. No hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco. Por dicho de eso, yo nunca moriré. El eje de la marcha de la acción es el estomago y las tripas insatisfechas y siempre regoldando, muy cantarinas ellas y poco contentas son las telarañas de la inedia. Nunca confundirás, chaval, el hambre con las ganas de comer.

 Pero cuando la desdicha está de venir sobra cualquier diligencia. Es la sabia reacción del pícaro ante su infortunio. Aprende el niño a pedir con baja y enferma voz y desparrama buenos consejos a lo largo del libro. El buen aparejo hace buen artífice. .Quebremos el ojo al diablo. Digotelo yo. Y este mendrugo pa endispués.

El libro es un reportaje de la vida en España en el siglo XVI en sus grandezas y miserias pero campa la fuerza y el ingenio. Cruzan por las páginas hidalgos pobretones, preclaros varones en la ruina, mendigos, bulderos… el buldero era el mayor cuentista que vi ni ver espero. Estamos ante el libro de un converso que se mofa de aquellos clérigos errantes que venían desde Roma a vender indulgencias. Prometían el perdón de los pecados a cambio de sumas de dinero. El asunto se iba a convertir en piedra basal de la teología protestante. Esta venalidad tiene poco que ver con el Espíritu. Santo; son añadidos, prótesis, pegotes temporales que nada han de ver con la iluminación trinitaria que hace navegar, viento del Espíritu, que sopla, y a veces recio, por en medio de mares aborrascadas la nave de San Pedro. Buenas son las cuadernas, las quillas, el velamen, los palos de mesana, pero harán falta dineros y ahí entran las apetencias de poder, la codicia y la ambición humana. Lutero quizás llevara razón en parte a través de sus demoledoras críticas al Vaticano y las denuncias simoníacas.

 Sirve a un capellán y a un aguacil y a un ermitaño que hacía penitencias pero cuando no le veía nadie bajaba a ver a su coima en la ciudad disfrazado de peregrinante a Compostela. Tenía una larga familia con aquella mujer. Otra crítica al celibato. Pero quien bien tiene y mal escoge por mal que le venga no se enoje. El summum bonum de la dicha sería para Tormes comer como fraile convidado, beber más que un saludador e ir vestido con el lujo de un teatino. Su realidad era mucho menos hermosa. El arcipreste del Salvador ratonaba el pan. Era muy avariento y cruel aquel sacerdote.

 

El héroe a redropelo de la crudeza de su primer amo, no le guarda ningún rencor puesto que le está reconocido y lo tiene por maestro ya que las consejas, avisos y refranes del ciego le sirven para graduarse en la universidad de la vida. Lázaro de Tormes representa a la España de los de abajo, el hombre común sin alcurnia, que será un sempiterno aprendiz de la sabiduría de la calle, lo que denominan en Manhattan Street wisdom. Sin embargo tiene que vengarse de su primer amo por la calabazada del puente y el golpe brutal que lo deja desdentado cuando ingeniándosela con el vino hace un agujero en el jarro que tapa con cera y absorbe mediante una pajilla. En medio de sus transportes etílicos cuando estaba probando las delicias del paraíso de Dionisio la mano del ciego que le estampa el jarro en la cara ve las estrellas y baja a las cavernas infernales del Leteo. Era una técnica de la pedagogía medieval utilizar el dolor y la burla como medio de aprendizaje. La letra con sangre entra. Lo veremos en el Buscón en Guzmán de Alfarache, en Espinel y en todos los autores que han cultivado la novela picaresca, un género autóctono español. Al pobre zagal se le quebraron a causa del golpe un colmillo y un par de muelas.

 

- Lázaro engañado me has

 

- Tío, no oliste el poste como oliste la morcilla- contesta el enfuriado y deja tirado al mendigo en Escalona en medio de una tormenta y una lluvia torrencial.

 

 

 

Protagonista de este maravilloso librito- una verdadera joya histórico-literaria y una obra de arte- es el hambre y la carestía en que viven los españoles en su tiempo más glorioso. La acción pivota en torno a las andanzas de un hijo de la piedra o un hijo del arroyo porque literalmente nació a orillas del Tormes de una pobre mujer que, muerto su marido en la batalla de Orán en 1510, ha de azotar la calle teniendo que amancebarse con un negro del que le nacería a Lázaro un hermano mulatillo. Los golpes y los desengaños que da la vida marcan el contrapunto a la trama que es una crónica de desventuras que han de ser aceptadas con paciencia y resignación cristianas pero sin desesperar y sin perder el buen humor y esa zumba o mala sombra que tienen los grandes libros escritos en castellano –El Quijote, el Buscón, El Libro del Buen Amor- todos ellos andariegos y de carácter ambulante. Su autor va haciendo circular el espejo a lo largo del camino. La ruta es de Salamanca a Toledo con paradas en Escalona, Méntrida, Borox, Torrijos. Se nos dice que los toledanos son más ricos que los castellanos pero menos limosneros.

 

Se hace una crítica feroz de la Iglesia y de las costumbres de la época. El siglo XVI a decir de los historiadores fue el del amor pero aquí falta mucho de eso y sobra gazuza. En el instinto de conservación del ser humano lo primero es atender a las necesidades de alimentación. La reproducción es secundaria o se da por sobrentendida. A él solo tienen acceso los poderosos, los que han la barriga llena o tienen derecho de pernada, los poderosos y no se daba importancia a lo de ajuntarse con fembra placentera por el relajo y la tolerancia de costumbre. Más difícil era haber mantenencia y buscar coyunda. Esa es la primera conclusión que sacamos de la lectura del Lazarillo. Su último amo un arcipreste probablemente de Talavera le obliga a casarse con su sirvienta la cual había ya parido de él tres veces. No hace el pobre desdichado ascos a cargar con la manceba del cura con tal de tener un lecho donde guarecerse y comer caliente olvidándose de su honra y las hablillas de qué dirán aun teniendo que pasar “algunas malas noches en vela esperando a su mujer que no salía de la rectoral hasta los laudes” cuando inician el primer reclamo del día las alondras. Tuvo que poner oídos de mercader a las murmuraciones y dar de lado a “sospechuelas” (más que sospechas hechos evidentes, y cantar aquello de:

 

-Uvas tiene uvas tiene la parra del cura uvas tiene, a ver cuando maduran.

 

Cuernos van y cuernos vienen y se acuerda lo que le dijo el vil ciego cuando le sacudió la morrada contra el cornúpeta de Salamanca y comprendió cuál sería su destino. Pero más cornada da el hambre. Él sabe reírse de su infortunio. Esta actitud en aquella España de alcurnias donde la honra era más importante que la vida debió de sonar a herejía pero con el “Lazarillo de Tormes” se está iniciando la novela moderna

 

 

 

El libro parece planteado para un recorrido más largo y muchos más capítulos. Después de abandonar al mendigo invidente la acción se precipita y algunos capítulos como el del mercedario muy andariego ya que “gastaba más en zapatillas que todo el convento” quedan cercenados o de vivo intento o por miedo a la inquisición. El autor que debía de ser un franciscano de Alcalá próximo al circulo de miembros de esta orden que iban por los pueblos atacando la corrupción de costumbres y pregonando que el emperador Carlos V era el anticristo, un movimiento comunero reformista que cala en el clero regular sobre todo en Segovia y en Toledo donde Bravo y Maldonado fueron los cabecillas de aquel movimiento. El Lazarillo fue escrito insistimos después de la derrota de Villalar y se nos recuerda que el padre del protagonista fue muerto en Guelbes por lo que debió de formar parte de la expedición a Argel de Cisneros. No parece por las trazas que sea el autor un converso sino un observante que critica la conducta de los claustrales y arremete contra la simonía, la crueldad, los embustes supersticiosos de alguna parte del clero muy relajado de costumbres. Por ejemplo, el clérigo de Maqueda nos los describe como mucho más bestia y taimado que el propio ciego “Escapé del trueno y di con el relámpago” nos cuenta Lázaro pues la novela está escrita en primera persona. El personaje es un anticipo del Domine Cabra quevediano, avaro, vil, desconfiado, hipócrita (el pasaje en que cuenta los bodigos mientras canturrea responsos o celebra misas porque era de los que hay que estar al santo y a la limosna es uno de los pasajes más hábiles y castizos de toda esta crónica de desaires) de malas pulgas y peor trato. Lázaro consigue burlarle con la copia de la llave que abre el arcaz donde el miserable guarda sus bodigos todos contados y bien contados pero con tan mala suerte que la llave que se introduce en el paladar lo delata una noche al roncar y hacer pasar el aire por la llave. El cura cree que es una serpiente contra la que quiere descargar tal golpe que deja muy maltrecho y quebrantado al pobre fámulo. Éste se consuela con algunas reflexiones filosóficas –senequismo hispano- “cuando la desdicha ha de venir por demás es diligencia” esto es no se puede luchar contra el destino inevitable. Otro detalle: el cruel sacerdote al despedir a su sirviente por robarle el pan del arca hace la señal de la cruz “como si yo estuviese endemoniada”. Debía ser un tipo con poca caridad y nada fiable.

 

El religioso reformista que lo da a la estampa por encima de las pendencias y trifulcas entre observantes y claustrales que conmueven a los frailes menores en aquel entonces por las trazas no parece un cristiano nuevo ni un luterano (contra lo que se ha venido escribiendo). Un judío era incapaz de haber escrito una obra tan realista y desapasionada. Más bien detrás del Lazarillo se esconde la pluma bien tajada y socarrona de un cristiano viejo, alcalaíno y cisneriano porque en Alcalá estaba la residencia del primado de Toledo que conocía los males de la Iglesia y la aguja de marear. A lo largo de sus capítulos realiza un atestado y una diagnosis sobre la Castilla del XVI poco antes del Concilio de Trento y la contrarreforma uno de cuyos focos de irradiación es la ciudad del Henares. Por sus páginas desfilan alguaciles, verdugos, porquerones, corchetes, curas de misa y olla, bulderos, maravedíes, blancas, echacuervos, del hambre y el frío que pasaban en aquellos pueblos, quebrando el ojo al diablo a lo mejor cada quince días en ayuno perenne, de putas, mesoneras, bodegueras, turroneras, de ensalmadores, hidalgos de gotera que no tienen donde caerse muerto. Se nos habla de sisas, embelecos, advertencias, alusiones a Plinio pero también de recetas culinarios como era el moreto o almodrote (queso, ajo, aceite que se echaba en las salsas) de las espadas de Cuellar, y de visitadores corruptos que predicaban la santa cruzada y prometían la vida eterna y la exención del ayuno a cambio de dineros. La fe sin obras que proclamaba Lutero. Ante la mirada del autor pasa todo un pueblo. Y traza un retablo de crítica social desde la óptica del donaire. Al que le atañe el dicho de jodidos. La prosa del libro de fácil lectura aún a día de hoy alcanza los mayores registros del castellano y es inimitable tanto en su aspecto interior como por su garbo interior que es la clave del libro...

 




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