la publicación del Lazarillo novela que entroniza un género tan español como es la picaresca tuvo varios émulos o imitador, entre ellos un libro escrito por un clérigo madrileño Juan Cortés de Tolosa y que publica la obra en 1620 en el último año de reinado de Felipe III y poco antes de que se sentase en el trono de España Felipe IV.
O felix Austria, nube este lema de la dinastía que trajo a España Carlos V define esta época de alborozada felicidad y de casamientos. Es el siglo XVII el del amor, el de la pintura del Greco y Velazquez, el de los epigramas de Góngora y los maravillosos textos de Quevedo. En una palabra el siglo de oro. La novela picaresca viene a ser la contrahaz y contraseña de esta época dorada donde el sueño de muchos españoles era vivir de gorra y confrontan la pobreza y el hambre mientras ponen a contribución todo el ingenio para salir de muchos atascos y aventuras. El Lázaro madrileño lo mismo que el salmantino también era un hijo de la piedra esto es expósito y si el de tormes fue prohijado por un verdugo oficial de Segovia aquí los padres del del Manzanares era el uno ladrón y la madre saludadora. Echaba las habas y acabó siendo penitenciada por la inquisición de Toledo.
Hasta ahí las similitudes. Veamos las diferencias: Lazarillo de Madrid siempre se las acomoda para acabar sirviendo a amos benignos que le tratan a cuerpo de rey. Es la novela de la hartura. El pobre Lazarillo de tormes pasó más hambre que carpanta. Uno y otro sirven a clérigos, sacristanes y ermitaños, y hacen todo lo posible por embarcarse a las Indias en busca de mejor fortuna. La acción narrativa de ambos textos acaba en Sevilla.
En cuanto al estilo la copia es mucho más enmarañada y obtusa que el original aunque ambos autores conocían bien el lenguaje de la calle. La misoginia es paraelismo aunque en el anónimo Lazarillo la condición sexual apenas se subraya, el de de Juan Cortés de Tolosa insite en la pravedad engañosa de las mujeres, sus monerías y fingimientos para allegar dineros de sus pretendientes. Trata una visión del Madrid de la época con sus idas y venidas al prado, los galanes de monjas, los escarceos espadachines de los valentones. habla de algibistas o cirujanos que componen tanto huesos como virgos, los líos de malcasados y los conciertos de casamenteros. irve a un sacristán tuerto y por supuesto va a Alcalá a agraduarse en Humanidades pero no termina la carrera porque fuerzas mayores le reclaman en Guadalajara. allí se ajusta con un sacristán tuerto pero que tenía mucha vista para las monedas que caían en el cepillo y los bodigos que le sisaban.
Dice:" Lo que yo comía en todas las ocasiones era cosa increíble. la campanilla cuando pasaba el Santísimo Sacramento estaba puesta muy cara y las viejas me pagaban a precio de oro el pan bendito y si les abría la iglesia temparano doble soldada, de manera que así como fue el otro Lazarillo de no comer lo sería yo de morir ahito" Muchos de aquellos a los que sirve eran maridos cornudos o engañados. "Todos ellos eran símbolo de la mansedumbre" escribe de aquellos consentidos. Esta misoginia lleva a conjeturar del carácter eclesiástico de Cortés de Tolosa formado en la teología medieval que no esperaba mucho de las hijas de Eva en cuanto a fidelidad, mansedumbre y belleza de carácter moral. En la Sorbona se decía de la mujer por aquel entonces:
Illae sunt aulae diaboli et Aquilonis percussio.
El que tenga oídos para oír que oiga. La novela picaresca nos lleva al desengaño de las cosas del mundo. El autor no hace en este libro más que impartir lecciones de moral aunque la moral de un pícaro sea sólo de circunstancias.
libros de ocasión pedidos a bibliopolis@outlook.es "“los libros hacen libres a los que les quieren bien. Con ellos me consolé en la prisión que se me aparejaba y satisfice el hambre en un pedazo de pan conservado en una servilleta envuelta en un papel que traía un capítulo de alabanza al ayuno. ¡Oh libros, fieles consejeros, amigos sin adulación, despertadores del entendimiento, maestros del alma y gobernadores del cuerpo, guiones para bien vivir y centinelas del bien morir” VICENTE ESPINEL
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