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viernes, 6 de julio de 2018

CERCA DE OVIEDO

DOLORES MEDIO: LA NOVIA DE CLARÍN
 


Con medio siglo de distancia en el nacer hay que ver los paralelismos que existen entre la gran Dolores Medio y el gran Clarín, ambos escritores de Vetusta sacaron a relucir los entresijos del alma ovetense y colocaron sobre el tendel de su narrativa los zambullos mondongueros las miserias tristezas y miedo de la ciudad levítica, así como las grandezas de aquel Oviedin augusto que vivía aferrado a sus tradiciones (una manera de ser, de pensar vivir y  morir)


Si, para Clarín el medio óptico, con que diquela a los ovetenses es el catalejo con el que observa el bullir de la urbe el magistral don Fermin de Pas desde la torre de observación de la catedral, en “Nosotros los Rivero” el tomavistas  que utiliza la autora para describir a sus gentes es el mostrador de la abacería que tenía la familia cerca de la plaza de Porlier. Por allá desfila una clientela de la modesta tienda de ultramarinos. Hace frases, cuenta chistes, se queja de sus problemas. Murmura. Cuenta. Fluye la vida.


 Conocí a Dolores años 80 me hablaba con su tierna voz rasposa de maestra de primeras letras y de maestra  escritora, pelirroja, mirada dulce tras sus ojos algo saltones. Vivía en el barrio de Rios Rosas cerca de donde estaba Espasa Calpe la editorial que publicó todas sus obras.


Aquel  modesto piso lo compró con el dinero que recibió por ganar el Nadal el año 53. Dolores vivió siempre en escritora y periodista. Murió pobre y no demasiado reconocida,


Abrió brecha feminista muchas que vinieron detrás siguieron su huella aunque no con tanta fortuna, la escritura es un arte desgarrador un oficio  adecuado para el femíneo sexo porque escribir es parir, desgarrar y sufrir.  Este libro fue todo un escándalo en la España de los cincuenta. Por primera vez se alude al feminismo y al cerco de Oviedo visto con los ojos de una socialista que perdió un hermano en la revolución del 34 pero sin caer en la tentación del revanchismo y desenterrar los cadáveres de las cunetas. La conclusión que llega el lector  al alcanzar el punto final del libro es que hay que vivir y, si se puede, olvidar.


Y ella se llamaba Lena Rivero que llega a la estación del norte y otea desde el portón el horizonte de la calle Uría muchos años después. Ya no era la “Ranita” que se colocaba en el tope de los tranvías y el hotel Covadonga había desparecido.


La guerra civil diezmó y dispersó a las familias. Es el paso del tiempo. Cronos devora a sus hijos. Al igual que J.B. Priestley en toda su obra Dolores Medio refleja la angustia del tiempo que huye, las épocas que pasan con la mudanza de los gustos. Esto no es otra cosa que la danza de la muerte de los medievales.


En un cuento suyo maravilloso que leí hace varios lustros “Un puñado de hierba” (el protagonista cierra la casería de la aldea y se va a vivir a un piso en la ciudad pero antes de partir se mete como un amuleto un puñado de hierba de aquella primavera del prao que atrás deja)


 Late esa obsesión en todos los libros de la escritora asturiana. Parece que se escucha el repique funeral de esa campana inexorable que evoca mudanzas en los hombres en las ciudades y en los paisajes.


Las aguas del río de Demócrito nunca se detienen. Bajan cantando aires suicidas. Todo llega y todo pasa.


Trama: una familia burguesa los Rivero, el padre importador de vinos fallece y deja a Leni y a sus tres hermanos huérfanos. Había sido condecorado por su valor en la guerra de Cuba. Por el círculo de sus capítulos transita el todo Oviedo desde la Restauración hasta el estallido de la Revolución del 34. En los disturbios el hermano mayor Ger muere.


Narración al detalle y paso premioso que puede convertirse en paso de carga cuando se precipitan los acontecimientos aunque la Medio prefiere el estilo giratorio del lendel de la noria dando vueltas. Este compás giratorio es el ritmo de la vida. Todo vuelve. Dolores Medio a quien me cupo el honor de tratar y de conocer fue una artista excelsa del difícil menester de la literatura.

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